Sereira:
La mano de la diosa
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Sereira: La mano de la diosa / Elturiferario ©

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CAPITULO III

Sereira

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Como precaución elemental, había dejado de contestar mis cuentas de correo electrónico.

Las oficiales -bancos, editorial-, estaban hábilmente desviadas a mi gestor particular, Ángel, que en lo profesional es muy fiable; a las particulares solía echarles un ligero vistazo, con objeto de borrar "spam" y que no se llenaran, aunque no era una preocupación cotidiana, y podía permitirme que quedaran inactivas por un tiempo, bloqueadas por falta de espacio o por conveniencia del servidor.

Había anulado la suscripción a los boletines diarios, sabiendo que no los iba a consultar.

Además, me había impuesto bajar a diario a por el periódico, aunque sólo las noticias internacionales y los crucigramas atraían mi atención.

El único correo atendido con cierto interés -no sólo profesional-, era el "insacular", que corresponde a la dirección que uso como herramienta de trabajo, para contactar en foros, hacer o recibir dictámenes y, esporádicamente, conectar con tres o cuatro amigos de los que únicamente es conocida, y que actualmente me suponen en las Rías Bajas, porque es mi refugio habitual.

Estos correos -de Marta, de Ángel-, eran simplemente archivados u olvidados: no me apetecía perder el tiempo en divagaciones sobre sus comentarios socarrones o sus chistes de mal gusto sobre mi soltería. La norma era, simplemente, no contestar, lo que ellos sabían que iba, con seguridad, a hacer.

Por otro lado estaba pendiente de la posibilidad de respuesta a algunas dudas que me interesaba solventar para documentar ciertas suposiciones arriesgadas que estaba haciendo sobre mitología griega que iban a adornar mi novela, para dar un margen a la pedantería.

Hay que ser serios con estas cosas, porque los lectores suelen saber mucho más que el autor tanto sobre los temas como sobre las propias intenciones del autor -que éste mismo desconoce, sin duda-. Si tienes la fortuna de contar con un gran número de lectores, las posibilidades de ser puesto en evidencia en cuanto a exactitud se multiplican en forma exponencial; por suerte, esto es un problema con el que tengo que contar.

Por eso, después de subir de comprar el periódico, el pan y la leche, eché un vistazo al correo, encontrando uno de Marta -que archivé-, y, con infantil satisfacción, una respuesta de Sereira a una cuestión que me interesaba, y que había colocado en un foro helénico que no me era muy conocido, entre otros más especializados.

Abrí, entre impaciente y escéptico, el mensaje de Sereira.

(Traduzco del inglés, que era el idioma de contacto, aunque me resultó demasiado fácil la traducción, lo que podía tener un significado)

from ATHEN/ Ser-00696AE-fr@yole.com to insacular@coldmail.com.

Referente a "Trofonio", ciertamente se trata de un arquitecto,

hijo de Apolo y Epicaste (¿una ninfa?)

lo que justifica el oráculo.

La relación con Leteo, (el pozo), no existe, salvo que se haya

confundido Leteo con Leto o Latona, madre de Apolo.

Leteo, cito de memoria, aparece en relación con un "río del olvido",

"las aguas del Leteo" en ediciones de “Las Metamorfosis” de Ovidio.

Un fragmento del libro I de las Metamorfosis de Ovidio narra la

Lethaeus, del Leteo, río del Averno, cuyas aguas provocaban el olvido.

Esperando haber sido útil, le saluda,

Sereira.

Me era difícil contrastar en aquellas circunstancias la información. Podía recurrir a la biblioteca de Aranjuez, aunque sospechaba que sería más rápido y eficaz recurrir a Google, donde sin duda estaría Ovidio.

Me puse inmediatamente.

Lógicamente, no busqué Ovidio, ni Leteo, sino Sereira.

No era un morfema inventado: significa sirena, en lengua portuguesa.

Empecé a buscar una excusa para contestar a Sereira. ¿Sería una mujer? ¿Una sirena? ¿De donde procedían sus amplios conocimientos de mitología griega? ¿Por qué, por otro lado, contestar a una cuestión tan impersonal como la planteada por mí? ¿Por qué, en definitiva, me interesaba tanto averiguar algo que no estaba relacionado con mi trabajo?

Sereira,... es sonoro.

Mucho más que Insacular, que me vino impuesto por la dificultad de encontrar un alias suficientemente corto como para poder recordarlo y que no diera indicación de la procedencia: Sólo conocido ese nombre no se puede llegar a ninguna conclusión, ni sobre sexo, ni sobre intenciones.

En cambio Sereira... suena. Es musical y sencillo.

¿Y si se trata de un viejo y desagradable catedrático de Oxford, que mejor que no me conozca y se moleste con el uso que voy a dar a su información?

Sereira... no le cuadra al viejo catedrático; y si es joven, tampoco estoy interesado en una sesuda discusión sobre un tema que, con seguridad, ya me plantearán y resolverán mis lectores, a parte de poner en evidencia mi atrevida ignorancia.

¿Y una vieja catedrática...? ¡Ya le cambié el sexo, antes de averiguar! No tengo remedio.

-Supongamos –elucubraba, al tiempo que contemplaba distraído un curioso dibujo coloreado perteneciente a un cuento infantil escrito en portugués que protagonizaba una simpática Sereira- que insisto en el tema, entrando en alguna precisión “sobrevenida”: Quizá resulte sospechoso pero ¿Cómo averiguar sin declararme? ¿Qué había despertado mi interés en una respuesta tan aséptica, aparte de la firma?

Decidí volver al texto y analizar cuál era el dato que había hecho saltar las alarmas de mi inconsciente.

Trofonio -el objeto de mi consulta-, era, según confirmación, conocido como arquitecto en vida, y también famoso oráculo posteriormente, como ya tenía yo anotado. Era la conexión de historia ficción que enlazaba con mi inventado arquitecto ingeniero del siglo XVI, (Juan de Herrera, Juan Bautista de Toledo, Juanelo Turriano = Giovanni Torriani) sabido el conocimiento que se tenía en aquella época del mundo helénico, y que solía marcarse simbólicamente en claves olvidadas.

Aunque, ciertamente, no hubiera cambiado gran cosa si yo hubiera inventado tal arquitecto helénico, igual que había hecho con el moderno...

Desde luego, era una pedantería.

Lethaeus, el pozo de Leteo... No veía la relación. Creo que habría costado encontrarla. El buscador no lo habría detectado por cuestiones fonéticas, como me ha sucedido en otras ocasiones, o a lo sumo hubiera entrado en cuestionar: "¿quería usted decir Leto, Lito, Loto,... ?.

Por otro lado, no recordaba dónde, en mi consulta, aparecía el tal Leteo.

No tenía copia de mi propia consulta. Era una precaución que olvidaba por norma.

Confiaba en poder recuperarla del mismo foro donde la envié, para ver dónde estaba el cruce de datos ¿Había pasado a favoritos el foro, o lo olvidé, como de costumbre, y me costará reencontrarlo?

Estaba en favoritos. Qué suerte.

Una página redactada en caligrafía griega de las abundantes en las embajadas. Mapa de Atenas, agencias de viajes, ofertas de cruceros,... un foro muy vulgar. ¡Pensé que había consultado en un sitio más serio!

Helenic Foro,... aquí,... consulta de J_Smithern sobre la posibilidad de viajar a Salónica en noviembre, en inglés,... -¡Vaya fechas!-,... consulta sobre horarios de autobuses interurbanos entre Atenas y El Pireo, de Mrs Daisy,... ¡Insacular!, aquí,... una sola respuesta a mi imperfecta redacción inglesa:

“Permítaseme preguntar sobre la existencia real de un antiguo arquitecto griego de nombre Trofonio y su genealogía mitológica, si existe. Leteo. Para completar un estudio comparativo me interesa el tema. Insacular. Ref. Ins-00875AE-es”.

Ahí estaba, en medio, de forma injustificada a mi parecer, Leteo.

¡Ya comprendo qué pasó!

Cuando -con prisa o desmañadamente- escribo en el ordenador, acostumbro a no borrar, sino arrastrar, las correcciones dactilográficas, cambios de opinión o errores que voy detectando -por supuesto sin mirar a la pantalla, como los inexpertos-, para eliminarlos en bloque al acabar. Había iniciado mi escrito con "Let", formula que de inmediato entendí que no resultaba demasiado formal sino más bien algo agresiva en la etiqueta postal inglesa, por lo que lo sustituí por "Allow", sintiéndome mejor. Pero desplacé hasta el final de la línea la sílaba fatídica, siguiendo mi norma habitual, y olvidé borrar.

Alguna otra confusión, o quizá el propio editor de textos en su proverbial sabiduría confundido por la mezcla entre el teclado en castellano y el vocabulario sajón, hizo completar la palabra, porque mi inglés no es suficientemente bueno, como ya se habrá adivinado, y los molestos subrayados de la herramienta ortográfica del maldito programa despistan más que ayudan, quedando allá intercalado “Leteo” encerrado entre dos puntos.

Conque yo envié casualmente un problema añadido donde sólo existía un error de trascripción.

Bien. Ya está detectado el error: ¿Ahora qué?

Basta agradecer la respuesta e insinuar un contacto, para mantenerlo o no posteriormente. (Noto que me estoy metiendo en algún lío inoportuno).

¡Qué más da!

from insacular to sereira, al correo particular de la referencia Ser-00696AE-fr:

¿Formal? No. No hay motivo para no arriesgar. Probaré a introducir algún giro en castellano, porque me pareció que el inglés de Sereira tampoco era muy correcto. Había notado demasiado sencilla la traducción.

Gracias por la información, (...) me gustaría conocer algo más sobre Trofonio, (...) Leteo había sido un error, (...) perdona mi inglés, y tal, (...) me puedes contestar directamente a...

Eran las doce de la noche. No podía esperar una respuesta inmediata, si es que la había.


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Juan Antonio Pizarro Martín ©