Las oficiales
-bancos,
editorial-, estaban hábilmente desviadas a mi gestor
particular,
Ángel, que en lo profesional es muy fiable; a las
particulares
solía echarles un ligero vistazo, con objeto de borrar
"spam" y
que no se llenaran, aunque no era una preocupación
cotidiana, y
podía permitirme que quedaran inactivas por un tiempo,
bloqueadas por falta de espacio o por conveniencia del servidor.
Había anulado la suscripción a los boletines
diarios, sabiendo que no los iba a consultar.
Además, me había impuesto bajar a diario a por el
periódico, aunque sólo las noticias
internacionales y los
crucigramas atraían mi atención.
El único correo atendido con cierto interés -no
sólo profesional-, era el "insacular", que corresponde a la
dirección que uso como herramienta de trabajo, para
contactar en
foros, hacer o recibir dictámenes y,
esporádicamente,
conectar con tres o cuatro amigos de los que únicamente es
conocida, y que actualmente me suponen en las Rías Bajas,
porque
es mi refugio habitual.
Estos correos -de Marta, de Ángel-, eran simplemente
archivados
u olvidados: no me apetecía perder el tiempo en divagaciones
sobre sus comentarios socarrones o sus chistes de mal gusto sobre mi
soltería. La norma era, simplemente, no contestar, lo que
ellos
sabían que iba, con seguridad, a hacer.
Por otro lado estaba pendiente de la posibilidad de respuesta a algunas
dudas que me interesaba solventar para documentar ciertas suposiciones
arriesgadas que estaba haciendo sobre mitología griega que
iban
a adornar mi novela, para dar un margen a la pedantería.
Hay que ser serios con estas cosas, porque los lectores suelen saber
mucho más que el autor tanto sobre los temas como sobre las
propias intenciones del autor -que éste mismo desconoce, sin
duda-. Si tienes la fortuna de contar con un gran número de
lectores, las posibilidades de ser puesto en evidencia en cuanto a
exactitud se multiplican en forma exponencial; por suerte, esto es un
problema con el que tengo que contar.
Por eso, después de subir de comprar el
periódico, el pan
y la leche, eché un vistazo al correo, encontrando uno de
Marta
-que archivé-, y, con infantil satisfacción, una
respuesta de Sereira a una cuestión que me interesaba, y que
había colocado en un foro helénico que no me era
muy
conocido, entre otros más especializados.
Abrí, entre impaciente y escéptico, el mensaje de
Sereira.
(Traduzco del inglés, que era el idioma de contacto, aunque
me
resultó demasiado fácil la traducción,
lo que
podía tener un significado)
from ATHEN/ Ser-00696AE-fr@yole.com to insacular@coldmail.com.
Referente a "Trofonio", ciertamente se trata de un arquitecto,
hijo de Apolo y Epicaste (¿una ninfa?)
lo que justifica el oráculo.
La relación con Leteo, (el pozo), no existe, salvo que se
haya
confundido Leteo con Leto o Latona, madre de Apolo.
Leteo, cito de memoria, aparece en relación con un
"río del olvido",
"las aguas del Leteo" en ediciones de “Las
Metamorfosis” de Ovidio.
Un fragmento del libro I de las Metamorfosis de Ovidio narra la
Lethaeus, del Leteo, río del Averno, cuyas aguas provocaban
el olvido.
Esperando haber sido útil, le saluda,
Sereira.
Me era difícil contrastar en aquellas circunstancias la
información. Podía recurrir a la biblioteca de
Aranjuez,
aunque sospechaba que sería más rápido
y eficaz
recurrir a Google, donde sin duda estaría Ovidio.
Me puse inmediatamente.
Lógicamente, no busqué Ovidio, ni Leteo, sino
Sereira.
No era un morfema inventado: significa sirena, en lengua portuguesa.
Empecé a buscar una excusa para contestar a Sereira.
¿Sería una mujer? ¿Una sirena?
¿De donde
procedían sus amplios conocimientos de mitología
griega?
¿Por qué, por otro lado, contestar a una
cuestión
tan impersonal como la planteada por mí? ¿Por
qué,
en definitiva, me interesaba tanto averiguar algo que no estaba
relacionado con mi trabajo?
Sereira,... es sonoro.
Mucho más que Insacular, que me vino impuesto por la
dificultad
de encontrar un alias suficientemente corto como para poder recordarlo
y que no diera indicación de la procedencia: Sólo
conocido ese nombre no se puede llegar a ninguna conclusión,
ni
sobre sexo, ni sobre intenciones.
En cambio Sereira... suena. Es musical y sencillo.
¿Y si se trata de un viejo y desagradable
catedrático de
Oxford, que mejor que no me conozca y se moleste con el uso que voy a
dar a su información?
Sereira... no le cuadra al viejo catedrático; y si es joven,
tampoco estoy interesado en una sesuda discusión sobre un
tema
que, con seguridad, ya me plantearán y resolverán
mis
lectores, a parte de poner en evidencia mi atrevida ignorancia.
¿Y una vieja catedrática...? ¡Ya le
cambié el sexo, antes de averiguar! No tengo remedio.
-Supongamos –elucubraba, al tiempo que contemplaba
distraído un curioso dibujo coloreado perteneciente a un
cuento
infantil escrito en portugués que protagonizaba una
simpática Sereira- que insisto en el tema, entrando en
alguna
precisión “sobrevenida”:
Quizá resulte
sospechoso pero ¿Cómo averiguar sin declararme?
¿Qué había despertado mi
interés en una
respuesta tan aséptica, aparte de la firma?
Decidí volver al texto y analizar cuál era el
dato que había hecho saltar las alarmas de mi inconsciente.
Trofonio -el objeto de mi consulta-, era, según
confirmación, conocido como arquitecto en vida, y
también
famoso oráculo posteriormente, como ya tenía yo
anotado.
Era la conexión de historia ficción que enlazaba
con mi
inventado arquitecto ingeniero del siglo XVI, (Juan de Herrera, Juan
Bautista de Toledo, Juanelo Turriano = Giovanni Torriani) sabido el
conocimiento que se tenía en aquella época del
mundo
helénico, y que solía marcarse
simbólicamente en
claves olvidadas.
Aunque, ciertamente, no hubiera cambiado gran cosa si yo hubiera
inventado tal arquitecto helénico, igual que
había hecho
con el moderno...
Desde luego, era una pedantería.
Lethaeus, el pozo de Leteo... No veía la
relación. Creo
que habría costado encontrarla. El buscador no lo
habría
detectado por cuestiones fonéticas, como me ha sucedido en
otras
ocasiones, o a lo sumo hubiera entrado en cuestionar:
"¿quería usted decir Leto, Lito, Loto,... ?.
Por otro lado, no recordaba dónde, en mi consulta,
aparecía el tal Leteo.
No tenía copia de mi propia consulta. Era una
precaución que olvidaba por norma.
Confiaba en poder recuperarla del mismo foro donde la envié,
para ver dónde estaba el cruce de datos
¿Había
pasado a favoritos el foro, o lo olvidé, como de costumbre,
y me
costará reencontrarlo?
Estaba en favoritos. Qué suerte.
Una página redactada en caligrafía griega de las
abundantes en las embajadas. Mapa de Atenas, agencias de viajes,
ofertas de cruceros,... un foro muy vulgar. ¡Pensé
que
había consultado en un sitio más serio!
Helenic Foro,... aquí,... consulta de J_Smithern sobre la
posibilidad de viajar a Salónica en noviembre, en
inglés,... -¡Vaya fechas!-,... consulta sobre
horarios de
autobuses interurbanos entre Atenas y El Pireo, de Mrs Daisy,...
¡Insacular!, aquí,... una sola respuesta a mi
imperfecta
redacción inglesa:
“Permítaseme preguntar sobre la existencia real de
un
antiguo arquitecto griego de nombre Trofonio y su genealogía
mitológica, si existe. Leteo. Para completar un estudio
comparativo me interesa el tema. Insacular. Ref.
Ins-00875AE-es”.
Ahí estaba, en medio, de forma injustificada a mi parecer,
Leteo.
¡Ya comprendo qué pasó!
Cuando -con prisa o desmañadamente- escribo en el ordenador,
acostumbro a no borrar, sino arrastrar, las correcciones
dactilográficas, cambios de opinión o errores que
voy
detectando -por supuesto sin mirar a la pantalla, como los inexpertos-,
para eliminarlos en bloque al acabar. Había iniciado mi
escrito
con "Let", formula que de inmediato entendí que no resultaba
demasiado formal sino más bien algo agresiva en la etiqueta
postal inglesa, por lo que lo sustituí por "Allow",
sintiéndome mejor. Pero desplacé hasta el final
de la
línea la sílaba fatídica, siguiendo mi
norma
habitual, y olvidé borrar.
Alguna otra confusión, o quizá el propio editor
de textos
en su proverbial sabiduría confundido por la mezcla entre el
teclado en castellano y el vocabulario sajón, hizo completar
la
palabra, porque mi inglés no es suficientemente bueno, como
ya
se habrá adivinado, y los molestos subrayados de la
herramienta
ortográfica del maldito programa despistan más
que
ayudan, quedando allá intercalado
“Leteo” encerrado
entre dos puntos.
Conque yo envié casualmente un problema añadido
donde sólo existía un error de
trascripción.
Bien. Ya está detectado el error: ¿Ahora
qué?
Basta agradecer la respuesta e insinuar un contacto, para mantenerlo o
no posteriormente. (Noto que me estoy metiendo en algún
lío inoportuno).
¡Qué más da!
from insacular to sereira, al correo particular de la referencia
Ser-00696AE-fr:
¿Formal? No. No hay motivo para no arriesgar.
Probaré a
introducir algún giro en castellano, porque me
pareció
que el inglés de Sereira tampoco era muy correcto.
Había
notado demasiado sencilla la traducción.
Gracias por la información, (...) me gustaría
conocer
algo más sobre Trofonio, (...) Leteo había sido
un error,
(...) perdona mi inglés, y tal, (...) me puedes contestar
directamente a...
Eran las doce de la noche. No podía esperar una respuesta
inmediata, si es que la había.
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