Abuelo,
con ojos brillantes,
palabras y constantes
historias,
con bastón y sombrero.
Abuelo de infancia
humilde,
cultivando el campo
llano,
trabajando el día
entero.
Abuelo, licenciado en
la vida,
un estudiante
solitario,
que a la ciudad marchó
soltero.
Abuelo, ilusionado con
todo,
cuidando a su familia
descubriste el amor
sincero.
Abuelo que viviste
dichoso,
el matrimonio te
descubrió
y "papá" te dijeron.
Abuelo, que trabajaste
en un Palacio,
partiéndote el
espinazo
para dar a tu familia
dinero.
Abuelo, que avanzaste
en tu edad,
con alegría en tu
corazón
cuando tus ojos
crecieron.
Abuelo, que después de
largos años,
llegaste a la vejez
y jugaste con tus
nietos.
Entraste a la
"resistencia",
escribiendo tus
poesías
siempre dando tus
paseos.
Y ahora a esta edad
cada díamejor que el
siguiente
y peor que el
anterior.
Ya casi en el poniente
de tu vida,
sólo nos queda
abrazarte y decirte:
¡Cuánto te quiero!
∞
De Sara
Pizarro Santos.
Dedicado por
Helena Pizarro
Santos, autora
del manuscrito, sus
hermanos, Sara,
autora del texto, y Daniel,
y su nieta Ana
Gómez Pizarro,
que acompañaron la
celebración...
En
Extremadura naces,
tierra de
conquistadores,
de gente dura y
sencilla,
amables y luchadores;
tierra fértil, tierra
seca,
de allí salen los
mejores,
abandonada a su suerte
por "no se qué
vencedores”,
dejando a este pueblo
hundido,
en manos de
explotadores.
Las
circunstancias
obligan,
a emigrar hacia otras
tierras,
buscando que la
familia
no sufra tanta
miseria;
cuando llegáis a
Aranjuez,
os encontráis
desplazados,
pero también es un
pueblo
y os termináis
integrando;
como buenos extremeños
el trabajo no os
asusta,
y tarde o temprano
encuentras,
si con ahínco lo
buscas.
Te
hiciste duro en el
campo
laboreando con tu
padre,
y llegáis a la ciudad
como tantos otros
hacen,
por labrarse un
porvenir,
que no a todos
satisface;
aquí te hiciste “paleta” (1),
la construcción está
en auge,
hiciste lo que ahora
hacen
nuestros nuevos
inmigrantes.
Pero,
¡tienes inquietudes!,
¡tu satisfacción no es
plena!,
tu quieres salir del
pozo,
crearte una vida
nueva;
tienes ansias de
cultura
y luchas por
obtenerla,
los estudios que no
tienes,
los suples con tu
destreza,
vas de la obra al
Palacio (2)
y al final de guía te
quedas.
Te
casaste con Pilar,
vivisteis tiempos
felices,
ella tres hijos te
dio,
a los que mucho
quisiste:
Antonio,
Félix, Pilar,
son tu semilla en la
tierra,
los nietos que ellos
te dan,
harán tu estirpe
perpetua,
y serán los portavoces
de tu historia y de tu
gesta.
Me
han dicho que hiciste
versos,
con los que mucho
alegraste
esas tardes de poesía,
que en el taller (3)
declamaste;
que tu herencia sea un
ejemplo
de los que vamos
detrás,
de nuevas
generaciones,
que tienen que
despertar
y ver que en lo
material
no se encuentra la
riqueza,
que se encuentra en la
cultura,
lo que a un hombre da
grandeza.
De
la azada a la paleta,
de la paleta a la
pluma,
tu afición a la
cultura,
forjó tu mejor
fortuna;
formar parte de este
grupo,
que crece con la
poesía,
que nos sirve de
consuelo
y es, la mejor
medicina.
Hoy
se nos ha ido un
amigo,
Abuelo, Padre y
Hermano.
Se nos ha ido un
compañero
y huérfanos nos
quedamos.
Pero,
no ha de
entristecernos
esta marcha de
Pizarro,
pues donde quiera que
vaya,
seguro será admirado.
Por
lo mucho que se lleva
y lo que nos ha
dejado,
siempre le
recordaremos,
por “sus rollos”
tan preciados.
Esas
tardes de los martes
que todos
recordaremos,
cuando subía al
escenario
y nos mostraba sus
respetos,
y luego nos deleitaba,
con sus versos o
sonetos.
Su
memoria prodigiosa
que a veces le
traicionaba
y para salir del
trance,
con otro verso
enlazaba.
Y nos
pedía mil perdones
por lo mal que se
sentía,
sin
saber que al
escucharle,
algo siempre se
aprendía,
de su gran humanidad
y la humildad que
irradiaba,
cuando leía sus poemas
o de memoria
declamaba.
Para
mí tú no te has ido,
te quedas en mi
recuerdo,
y aunque poco nos
tratamos
en mi haber quedan tus
versos
y el placer de
conocerte,
como Poeta y Maestro.
Por
el suelo,
esparcidas,
quebradas y
rotas,
hay ramas
astilladas,
del que fuera
verde orgullo,
triunfante y
altanero de tu
copa;
eres raza
trasplantada,
de otra
tierra,
ejemplo
vegetal
traído por los
hombres,
de otro mundo
lejano,
occidental.
Y sido el
rayo,
envidioso de
tu suerte,
de bello rey
del jardín,
quien quiso
darte muerte
violencia y
fuego,
aniquilando
al noble y
fuerte.
A mí, también,
me trajeron de
occidente;
de la tierra
extremeña de
mi raza,
fundé en
Aranjuez
familia,
en él, tengo
vida y casa;
quizá otro
rayo
implacable,
me fulmine
algún día,
y siendo menos
noble,
nada brillante
ni fuerte,
a ti me
iguale,
a la hora del
fin y de la
muerte;
pues no será
motivo de
quejarse,
en esta tierra
que cantó
Joaquín
Rodrigo,
florido y
fecundo valle,
crecer, morir
e integrarse;
tierra de
vivir y amar,
es buena para
quedarse.
∞
A
la sequoia del
Jardín de la
Isla, que
recibió un
rayo el 2 de
septiembre de
1982.
Agua,
que vas de La Mancha
A mi natal tierra
extremeña ,
Agua verde sosegada
en las lagunas de
Ruidera,
Llevar mi cansado
suspiro los aires
De Campillo de
Llerena,
Decirle que me fui
lejos
Dando mi amor a otra
tierra,
Mi amor, a hembra
castellana
En otra hermosa
Rivera.
Con ella vivo mis
días
En amor viviré con
ella,
Pero es mi sangre
castúa
Desde la cuna a la
huesa.
Vengo
de la Extremaura,
de ponerle a mi
caballo
de plata las
herraúras.
(Canción popular
anónima)
Campillo de Llerena
Ya
quedan pocos caballos;
plata, no queda
ninguna.
Cerros de almagre y
picón
en que te asientas,
Campillo,
que no llegaste a ser
campo
y te quedaste en el
"illo".
¿A donde miras? ¿A
Hornachos
de los naranjos
moriscos?
¿0 la Azuaga
escondida,
que siendo tierra
extremeña
es camino de Sevilla?
Campillo, en que yo
nací,
Prometeo encadenado,
somos tu entraña y tu
vida,
trozos que van
arrancando
con zarpas de acero y
luto,
cuatro mil buitres
leonados.
Nos fuimos lejos de ti
arrastrados por la
vida;
ni por pobres ni por
ricos
aunque sea tu tierra
rica.
A las tierras de
Alemania
allá por la Europa
fría.
A la América o
Cataluña.
Otros, nos quedamos
cerca,
en la severa Castilla.
Todos nacimos de ti,
de tí sentimos
nostalgia.
Todos llevamos tu
sangre
desgarrada de tu
entraña.
Cuando los buitres del
Tiempo
te hieren con cien
tenazas,
eres matriz, que da
vida
y multiplica tu raza.
A donde halla un
extremeño
emigrado de su patria,
la flor de la
Extremadura
dé el aroma de una
clase;
hombres de temple,
castúos,
trabajadores tenaces.
Valgo poco, ya lo sé,
pero soy de aquí, como
mis padres,
y a esta tierra en que
nací
le dedico mi homenaje.
∞
Escrito
en las piedras del
castillejo y a la
sombra de una encina
en la carretera de la
Peraleda del Zaucejo
en septiembre de 1983.
Trajeron
sus vacas y
ovejas
hasta los
verdes de
Alcudia,
rumiando en
Sierra Morena.
Andalucía y La
Mancha
hermanan
sangre y
nobleza,
que los monjes
caballeros,
monte y
Palacio en
Calatrava,
gobernaron
pastos y
guerra.
Ciudad Real,
tan Señora,
tomó a la
Virgen del
Prado
ante Dios,
abogada
defensora.
Infantes de
noble abolengo
de su casa
aragonesa,
dieron parte
de su nombre
a una noble
Villanueva,
haciendo solar
muy digno
donde hallar
su sepultura
un tal Quevedo
y Villegas,
desterrado por
un Rey
molesto de la
ironía
moralista
que don
Francisco le
hiciera.
Fue Torre de
Juan Abad
prisión,
señorío y
sepultura
del saber
decir con
justeza.
Espartero,
finalizando en
Vergara
una fraticida
guerra:
don Manuel
Gutiérrez
Mellado,
también de
cuna manchega,
restableciendo
una paz
con parecidas
ideas.
De mil
pueblos, mil
historias:
cincuenta mil
se
escribieran,
La Mancha, a
la luz del
sol,
don Quijote y
Sancho Panza,
(el ensueño y
la prudencia)
la cuidan,
viven en ella.
En la
dulce atardecida,
por las orillas del
Mesa,
río chiquito, pero
viejo,
mi alma vieja,
adormecida,
se fue a buscar el
silencio.
No lo encontró‚ ni
lo tiene,
la Natura, el
Universo.
Canta su alegría el
agua
sobre las piedras
del lecho.
Las espinas de las
zarzas
gimen, arañando el
viento;
y las ramas
temblorosas
del chopo de plata
enhiesto
son cuerdas de un
arpa antigua
tañidas por aire
fresco.
En el risco, las
sabinas,
el tomillo y el
romero,
regalando su
perfume,
son refugio del
mochuelo,
que aparentando
llorar
con mallido
lastimero,
tiene ánimo de cazar
gris ratoncillo
campero.
Se encuentra combate
y lucha,
pero aun existe el
silencio.
La roca, rojiza,
eleva
altos peñones y
cerros,
con figuras de
gigantes
que, al mirarlos,
causan miedo.
Mortal para el
viandante
el menor
derrumbamiento.
Están la Vida y la
Muerte
presentes, al mismo
tiempo,
siendo polos de
equilibrio;
latido, música y
eco.
La Creación, no
termina,
ni hay soledad ni
silencio.
Porque no existe la
Nada,
ni existe el vacío
completo.
El sucio algodón de
niebla,
ceniza húmeda en
suspenso,
como espíritus en
pena
bailan, entre tierra
y cielo.
Después, cuando sean
lluvia,
volverán a caer al
suelo.
Serán agua, serán
río,
vapor, que sube de
nuevo.
Cuando un ciclo se
termina,
otro, le viene
siguiendo.
Nací, fui joven, y
ahora,
ya me voy sintiendo
viejo.
Y sin compañía
humana,
no sé decir, pero
siento,
que cuando ya esté
podrido
y no sea mío mi
cuerpo,
mi espíritu vivirá,
porque es parte de
lo Eterno.
Paseando
por la orilla del
río Mesa en la
anochecida
del
12-XII-1991 en
Jaraba (ZARAGOZA)
merecí el primer
premio del
concurso en el
balneario Sicilia.
Sicilia,
hotel y balneario
a orillita del río
Mesa.
Escondida, y tan
hermosa
ribera entre rojas
peñas.
Está en lo abreste
del campo
la más natural
belleza.
Y la Virgen de
Jaraba,
en la entraña de las
piedras,
da espiritual calor
para el agua de las
termas.
Después de tomar los
baños,
yo, no sé que tal
irá,
pero que esto es
divertido,
nadie me lo negará.
Despiertan, de
madrugada,
por llamadas
telefónicas,
y ¡¡ hala !!, a
meterse en el agua
igual que harían las
focas.
El agua de san
Vicente
sustituye al
Cariñena y Rioja;
pero hay en el Bar
botellas
donde tomar una
copa.
Petanca y paseo son
sanos,
parchís y cartas,
normal;
pero como al Precio
Justo
todos dicen ¡¡ a
jugar !!
Las señoras, con
Rubí,
lo pasan como un
usía;
es culebrón
conocido,
que durará tres mil
días.
El agua caliente,
sube
la tensión y los
colores,
La roca, rojiza,
eleva
altos peñones y
cerros,
con figuras de
gigantes
que, al mirarlos,
causan miedo.
Mortal para el
viandante
el menor
derrumbamiento.
Están la Vida y la
Muerte
presentes, al mismo
tiempo,
siendo polos de
equilibrio;
latido, música y
eco.
La Creación, no
termina,
ni hay soledad ni
silencio.
Porque no existe la
Nada,
ni existe el vacío
completo.
El sucio algodón de
niebla,
ceniza húmeda en
suspenso,
como espíritus en
pena
bailan, entre tierra
y cielo.
Después, cuando sean
lluvia,
volverán a caer al
suelo.
Serán agua, serán
río,
vapor, que sube de
nuevo.
Cuando un ciclo se
termina,
otro, le viene
siguiendo.
Nací, fui joven, y
ahora,
ya me voy sintiendo
viejo.
Y sin compañía
humana,
no sé decir, pero
siento,
que cuando ya esté
podrido
y no sea mío mi
cuerpo,
mi espíritu vivirá,
porque es parte de
lo Eterno.
Seguro
que tus primeros
llantos infantiles
En tu Triana, donde
canta el aire,
Sonaron entre fuego
de fragua,
Al repique
martillos,
Compases del respiro
de la calle.
Alguna gitana vieja
Maestra en burlar el
hambre,
Te anunció genio y
riqueza
Esa que luego
tuviste
Ardiendo al sol de
la plaza,
Ese saber lo que
nadie
Picardias de una
raza.
Los que pueden
estudiar
En las
universidades,
Y estudian para
aprender
Saberes universales,
Hacen de la vida
escuela
En tanto sabes,
tanto vales.
A la escuela de la
vida
Llegaste Joaquín
desnudo,
Y tuviste para
elegir
Pocos caminos del
mundo,
Arriesgados casi
todos
Con sudores y con
penas
Pero comodo,
ninguno.
Y cojiste el mas
incierto
Por azar o vocación:
No escogen, son
escogidos
Los elegidos del
cielo,
Por fatal
inclinación
Con la gloria por
señuelo
Y que se lo manda
Dios
Bailaor y cantante
torero,
Sevillanas y
seguirillas
Señorío de pies
juntos,
Pintar el sueño en
un lance
Angustia tejida en
bronce,
Gloria y goce más
que arte
Medida en imposibles
naturales.
Cuando trabaja un
artista
No le pidas que
sude,
La esencia del arte
Nunca es afán que
pudre,
Es ilusión que arde
Sueño y realidad que
huyen,
Inspiración, miedo y
cante
El tiempo, se echó a
la siesta
Al compás de un
lance
En un resol de la
plaza,
Al son de un ¡viva
tu madre¡
Entre versos seda y
oro
Y una mariposa grana
tirando
Flores al aire.
Rebrillos de cobre
viejo
Metal de fundir
campanas,
Oros de sol y de
aire
En la tarde
sevillana,
La capa de seda
vieja
Prima y bordón sobre
el traste,
Dicen bulerias
gitanas.
¡Quien te viera, don
Joaquín
señor cuando
toreabas¡
Los títulos
personales
Personalmente se
ganan;
Haciéndole al riesgo
aire
En el centro de la
plaza,
Escultura, duende y
cante.
Y ahora sé que te
moriste
Allá léjos, en las
tierras mejicanas,
A pesar de la gloria
que le diste
No podías vivir en
tu patria;
Las razas bravas y
pobres
Son naturalezas
nómadas,
Perfiles de fuego y
cobre.
Ni bichas ni gatos
negros
Bailan en tu luna
blanca,
Espantos de hechizo
y muerte
Son fríos que
siempre alcanzan;
La tierra, es matriz
que pare
Señorío de los
valientes,
Y sudario compasivo
que tapa.
A esa tierra
tropical
Que ha recibido tus
huesos,
Yo quisiera mandarte
un rosal
Y dos macetas de
claveles sevillanos,
Espíritu de tu
tierra trianera
De los llanos de cal
y de sol,
Donde se abrieron
tus ojos
Hoy cerrados.
De
torero ibas vestido,
verde oliva y
azabache,
Eras buen mozo y
serio,
pisabas fuerte en el
ruedo,
conocedor, valiente
y responsable.
Siempre te dejabas
ver,
sin susto del
peligro
en cada apretado
lance.
Toreros, como tú
eras
justifican el
existir de un Arte.
Porque así lo
sentías
porque así lo
ejercías
más que te exigiera
nadie.
Te hemos visto morir
a través de la
Tele
vimos en la
pantalla impasible
el último
mover de tu imagen.
Son las
técnicas modernas
terribles y
formidables.
Pero la muerte en
directo
es, como es,
impresionante.
Los Kilómetros, no
existen,
la distancia es
despreciable;
el alma, llora hacia
dentro
aún en los hombres
valientes
es invencible la
muerte
por tu experiencia
lo sabes.
En ese albero que
pisó
Juan Belmonte,
incomparable,
floreció el cuerno
asesino
la roja flor de tu
sangre.
Cabatisto, era
marrajo
y te esperaba
acechante,
más peligroso que un
bravo
resulta un toro
cobarde.
Ese par de
banderillas
que con firmeza
clavaste,
ese esperar a la
fiera
y en la suerte
recrearte
lo hiciste ayer,
como siempre
Lo mismo que tantas
tardes.
Quien hace bien un
oficio
que más que un
oficio, es Arte,
no tiene en cuenta
peligros
ni cálculo
imponderable.
Y si hay fallos, a
pagar;
pagan con su vida y
sangre.
Las encinas de
Campocerrado
se agitaron a un
temblor del aire.
Una vaca, levantando
el hocico,
respiró efluvios
vengativos
en la hondura de la
tarde.
La muerte, huele a
resfrío
en los hombres y en
los animales.
La vaca, lloró a su
hijo
muerto por José Mari
Manzanares
bramando iras y
venganzas
hacia alturas
siderales
El fin de la vida es
tragedia
y sus miedos,
espectrales,
se saben algunas
veces
sin que te lo
explique nadie.
Lo sabemos los
humanos;
también los
irracionales.
Ya en Manolo
Montoliú
con el corazón
abierto
por el asta
lacerante,
se apagaron los
latidos
de vida en tu cuerpo
exangüe
Por ti, la gente
taurina
tiene lágrimas de
sal
en los curtidos
lacrimales
Y el nombre de
Cabatisto
de Don Atanasio
Fernández
pintó negra cruz de
luto
Joselito, en el
libro de la Fiesta,
porque no lo olvide
nadie.
Has muerto, como
eras tú
de muerte sonada y
grande,
tiñendo el dorado
albero
con el rojo de tu
sangre
roto tu hacer de
maestro
por un natural
percance.
En la Maestranza de
Sevilla,
el Destino, fué a
buscarte,
y al designio de los
Hados
es imposible
negarse.
Lloran Cristina y
tus hijos,
Manuel Montoliú, tu
padre.
Y toda la afición te
llora
porque has sido buen
torero
y un hombre bueno,
nacido
entre claveles de
Levante.
El
pensamiento, ha de
ser
siempre libre,
independiente.
Si se le somete a
normas,
se difumina y se
pierde.
La música y la
escritura,
son, en sus formas
diversas,
pilares de la
Cultura,
mas bellas, cuanto
mas libres,
si más sinceras, más
puras.
Ponerle puertas al
campo
oficio es poco
rentable;
la 0presión del
pensamiento,
aunqe triunfe a
corto plazo,
nunca dura, no es
estable.
La tiranía y la
locura
son, las formas más
constantes
en el odio a la
Cultura;
Beethoven, Goya o el
Greco,
García Lorca y
Galileo,
poetas e
innovadores,
envidia o muerte
sufrieron
de quienes son
inferiores.
Ayer, un loco
homicida
asesinó a John
Lennon,
fué un sembrador de
alegría,
por él, vaya esta
oración.
Has
tirado de azadón,
con poder y coraje,
con esmero;
de tu querer,
orgulloso y
fanfarrón,
aspirabas a ser un
campeón,
y no perder el
puesto de primero.
De Pepe Vergara y
otros,
parejo y compañero,
ganarte buenas
primas,
no era solo deseo
por ambición,
también deber de
padre y buen obrero.
Picar zanjas, afanar
con hormigón,
hablar de fútbol
entre ladrillos y
maderos,
discutiendo con
rabia y afición,
te dejabas la
pellica día por día,
marcando remolacha,
cortando repollos,
para llevar a tus
hijas pan y bollos,
y una caña para ti,
si el cuerpo lo
pedía.
No sé si lo
recuerdas, !Pasaron
tantos años!
sacando tierra en el
depósito del pozo,
en la MAFE, pero con
sudores, cardos y
abrojos,
te enterraste,
gracias a Dios, sin
daño,
pero el susto, no
fue cosa de gozo;
dejar de respirar, a
nadie le hace apaño.
Del Rebollo hasta
Matalauguilla,
Las Infantas,
Tejeras y El Corijo,
bebiendo agua
refrescada en el
botijo,
con la planta de
alcachofa y el
fresón,
(No me lo ha contado
nadie, que lo he
visto yo)
sudaste la camisa y
camiseta,
para ganar la
morterá en pesetas.
Aquello, pasó y se
fue,
y ahora, ¿Como lo
ves, colega?
Donde el Cano, te
veo con frecuencia,
en El Gato y el
Hogar, le das a la
cerveza.
Pues vale, tío,
disfruta lo que
puedas,
no mola arrinconarse
con pereza;
y si lo digo con
algo de torpeza,
de voluntad, ya
sabes; !Lo que
quieras!
Para
Patri "el
Pela", que
lo lea y lo
conserve si le
gusta.
∞
Antonio
Pizarro Luna,
Aranjuez 23 de julio
de 1991.
En
un lugar de la
Mancha, más conocido
que afamado, andaba
Genaro camino de su
casa y domicilio.
Venía de su pequeña
huerta donde estuvo
recolectando unas
verduras, y al
cruzar un encinar
próximo al pueblo,
ocurrió que el burro
en que portaba las
dichas verduras,
debido a las
desigualdades del
camino, cayó el asno
al suelo,
desparramándose la
carga con el
consiguiente
disgusto del hombre,
que apostrofó al
animal con palabras
malsonantes, y
diciendo como bien
se ve que los
animales no tienen
conocimientos
equivalentes a los
poseídos por las
personas, y además
no tienen un alma
con que responder de
sus actos.
Produjo el
burro unos raros
gruñidos
incomprensibles para
el hombre, pero
comprendidos por un
ratoncillo que roía
las semillas de unas
hierbas al lado del
camino, con lo cual
el ratoncillo se
apartó hacia un
arbol cercano donde
otros ratones
parientes suyos
también se estaban
alimentando y con
quienes comentó las
frases de Genaro, y
pidiéndoles opinión
de qué fuera eso del
alma, que según
Genaro tienen los
hombres, pero no los
animales.
No tenían
los ratones la menor
idea sobre el tema,
pero picados de
curiosidad,
decidieron ir a
buscar alguien que
siendo más instruido
pudiera asesorarlos.
El más viejo y sabio
de los ratones dice
que seguramente debe
saberlo el búho,
considerado por los
animales como el más
sabio de los bichos
por ellos conocidos.
¡Ah, pero
el búho tiene la
mala costumbre de
comer ratones para
alimentarse!
Entonces
deciden ir a buscar
a la liebre, quien
tampoco se atreve a
ir donde el búho,
pero dice que el
señor ciervo no teme
al búho: Demasiado
fuerte para temerle.
Como en el
monte todos los
animales se conocen,
yendo hacia el roble
grande donde habita
el búho, a los
ratones y la liebre
se agregan enteradas
del asunto unas
ardillas y varios
gatos monteses,
quienes sienten más
curiosidad por el
caso que deseo de
comerse a los
ratones, pues ya han
desayunado. Al saber
de qué se trata tan
rara unión de
animales, dos cabras
salvajes y tres
jabalís también se
unen, e incluso el
señor lobo y doña
zorra se comprometen
a no comerse a nadie
e ir hacia delante y
bueno, cuando llegan
al roble viejo,
domicilio del búho,
algo más de medio
centenar los
curiosos bichos, en
un armisticio de no
hacerse unos a otros
daño hasta saber lo
que ya interesaba a
todos.
No está el
búho de muy buen
humor, pero
convencido por
aquella asamblea,
les escucha
atentamente, se
encoge sobre su
propio cuerpo
volviendo los
grandes ojos, y dice
que él tampoco tiene
idea de cómo o qué
es eso que ellos
quieren saber.
Opina búho
cómo es posible que
la señora lechuza sí
lo sepa, pues como
va a la iglesia, que
es donde se alimenta
del aceite de las
lámparas, que el
gusta mucho, y allí
es donde más
cantidad de personas
se reúne de todos
los lugares
conocidos por los
animales; y que
también en las
bóvedas de las
iglesias residen los
murciélagos, que
como no salen de
día, allí pasan
quietecitos la mitad
de su vida; opina el
búho que conocer la
opinión de lechuza y
murciélagos llevará
al menos tres días,
y en fin deciden los
bichos prorrogar el
armisticio de no
comerse unos a otros
durante a lo
razonable cinco
días. O sea, cinco
días pasados, se han
de reunir allí
mismo, en el roble
domicilio del búho,
quien les hará saber
qué haya averiguado
la señora lechuza.
Ni Genaro
ni otro cualquiera
vecino del pueblo
dieron importancia
al hecho de cómo los
animales iban y
venían por el
encinar durante esos
días, y no hubo
ocasión de que
persona alguna
pudiera contemplar
la asamblea de
irracionales que
cinco días después
fueran a reunirse
ante el viejo roble
gigante; pero allí
estuvieron al menos
dos bichos de cada
raza la tarde de
domingo elegida para
la ocasión, por ser
el domingo cuando el
personal sale menos
de casa. Jamás se
viera reunión o
asamblea más atenta
y silenciosa que la
de nuestros amigos.
Gatos
monteses, perros de
los pastores, lobos
y ciervos y, en fin,
cada animal ocupando
el lugar en que más
a gusto estuviere,
sin molestar o
asustar a nadie.
En ésta el
señor búho salió por
la hendedura, puerta
de su domicilio, y
seguro de la
atención prestada
por la asamblea,
explicó como la
señora lechuza hubo
recibido su visita
con gusto, y después
de haber debatido
con los murciélagos,
tanto ella como
éstos, rememorando
lo oído al sacerdote
dando sus opiniones
a los feligreses y
algunas pláticas que
tuviera con otros
sacerdotes, la
opinión de lechuza y
murciélagos es de
que sí, los animales
tiene alma, pues
todos ellos, al
igual que las
personas, tienen
vida, y por lo
comprendido al
escucharle, sin alma
la vida no es
posible.
Todas
estas pláticas son
posibles, dado que
los animales poseen
una forma de
comprender especial,
tanto a los que
hablen las personas
como lo que ellos
hablan en el idioma
universal de los
animales, aun no
siendo de la misma
raza y especie.
Y ya tenemos a
aquellos buenos
seres que no siendo
racionales, si se
sienten parte del
reino de Dios, y
deciden vivir desde
ese momento en
adelante según
formas de
alimentarse y vivir
como es su
naturaleza,
costumbres y
necesidades, pero
esta alegría de ser
parte superior de
las entidades que
habitan la tierra, y
reconocerse tan
parte de Dios y su
creación un simple
gusanillo que repta
por las hojas del
árbol, como el lobo
que por natural se
come a la oveja, o
la alegre alondra
que sube a las nubes
a cantar la
alborada, sabiendo
que uno puede ser
comido por otros, o
alimentarse de otros
a quienes se
arrebata la vida al
matar su cuerpo,
pero volviendo a
Dios su alma.
Se deshizo
alegremente la
asamblea, los
animales se
desparramaron por el
encinar, cada uno
cantando un himno al
Dios creador de su
alma y vida. Como
todos cantaban, el
murmullo de susurros
o voces de todos se
escuchaba por todo
el monte, y tanto
Genaro como sus
vecinos lo oyeron,
incluido el buen
señor que llegado de
la ciudad venía a
comprobar las
facultades de su
galgo corredor.
Había
una rana verde
entre la ova, en una
charca,
más allá de La
Flamenca,
junto al prado de
las vacas.
Se enamoró de un
ranito
con pintas verdes y
azules,
y la barriguita
blanca.
Con
él, se bajó hasta el
río
un lunes por la
mañana,
pues les parecía de
pobres
hacer su vida entre
espadañas.
La avispa amarilla y
negra
vestida con muchas
rayas,
fue a libar en una
rosa,
hija de un rosal de
vara.
Pero
se tuvo que ir,
porque la echó por
las malas,
una mariposa
azul,
con lunares en las
alas.
Una mariposa joven
hacía burla de un
pato,
desde las ramas de
un sauce
verde, y con el
tronco blanco.
Se puso tan
enrrollada
y los ojos tan
adormilados,
que se la merendó
sin pereza
un zorzal de color
nardo.
Te bañaste en el río
frente a la Barca de
Añover.
Como estaba el agua
fría
te quiso morder un
pez.
Y estabas tan
rebonita
con el bikini
amarillo,
que el pez, se
escondió en la ova,
y se dispuso a
esperarte
para el próximo
domingo.
Te
plantastes a
pescar
en la vuelta del
Castillo,
y picó el anzuelo un
barbo
de lomo marrón y
amarillo.
Como
se quería largar,
tiraste con tanto
brío,
que saltó hasta
Pabellones
sobre las ramas de
un tilo.
Te aplaudieron
cuatro niñas
que estaban saltando
a la comba,
en la Casa de
Marinos.
Tiñe de
rojos el cielo la
caída de la tarde
Se va el sol,
diciendo adioses
Con brasas que ya no
arden,
Los terrones y las
piedras se tiñeron
color sangre.
Esta una cogujada
parda entre cardos y
eriales
Dando quejas al
invierno
Que anuncia el alto
celaje.
Vuelan hacia el soto
las grajas
Y las palomas
torcaces
A buscar entre los
chopos grajeras y
palomares.
Silva en las lomas
el viento
Las tonas de los
gañanes.
Quite la clavija del
yugo
Dando alivio a los
afanes
De las mulas
sudorosas
Y de mis pies con
peales
La dureza de las
abarcas defiende los
pies
Cuando se anda en
pedregales.
Se quedo el trigo
tapado en la
entrañas terrales
Es el sembrar
sacrificio
La simiente es flor
de sangre.
Me fui a burcar a mi
novia
Por caminos
vecinales, avanza la
bicicleta
Si se aprietan los
pedales.
Cuatro besos y un
abrazo, con la
ilusion
Que Dios sabe
después, me sembre
En su vientre con
lazos sacramentales,
Los caminos que
corrimos
Ella y los hijos lo
saben.
Simientes que
esparce un hombre
En años
primaverales,
Con nostalgia se
recuerdan
En las tardes
otoñales.
La juventud,
generosa
Calor y amores
reparten,
Los restos de la
vejez,
A la tierra han de
tornarse
Dando cumplimiento a
un orden
De fuerzas tan
razonables,
Que no hay soberbia
ni orgullo
Que pudieran
rebelarse.
Duro resulta
admitirlo
Mas no hay poder a
negarse
Ni sabiduría mayor
Que aceptar lo
inevitable.
Finales
de noviembre,
secas se caen las
hojas
porque va faltando
savia,
la sangre que circula
cuando están ricas de
vida
las ramas de los
árboles,
y la hierba es vivo
césped
que disimula la rudeza
de los pedregales.
Ya desnudas las ramas,
esqueletos descarnados
parecen
a los ojos que vayan a
mirarlas.
Triunfa el invierno,
la escarcha y el
hielo,
resbalan el agua de
las nubes
hacia las raíces donde
se reservan,
para en la primavera
resucitar la belleza
del álamo, el poderoso
roble,
el fructífero cerezo y
los rosales.
Se van marchitando y
perdiendo
las suavidades que
tuvieron
cuando jóvenes fueron
mis carnes.
Ya las ásperas
arrugas, anuncian,
que cual hojas secas,
la vejez evapora la
circulación
de mi sangre.
La vida abandona los
huesos
cuando ya no le queda
refugio
ni raíces donde
cobijarse.
No ha sido corta mi
existencia,
pero de ello no
quedará testimonio
si no es los hijos
nacidos
de Pilar Martín, Juan
Antonio,
Félix y Mari Pili,
con la ayuda de unas
gotas de mi sangre.
Con
doce uvas celebramos
los últimos días del
año,
permita Dios si el que
viene
sea de salud y
alegría,
sin sufrimiento ni
daño.
Y ya que nos queda
eso,
vivir, andar o
sentarse
ver pasar a la gente
sin saber si te
ven
o van preocupados,
no tienen ganas de
ver,
ni que los veas o
mirarte:
si sopla, o está
quieto el aire.
Ya pasada la fiesta de
Reyes,
es frío aunque no
sople fuerte el aire.
En las ramitas del
deshojado alerce,
indican deseos
de crecer
esas puntitas verdes,
que indican ser
principio
y no vencido remate.
Como ilusión de
primavera
para abrirse en flor y
semilla,
rama que crece nueva,
como besos de novia y
novio,
anuncio de niña o
niño,
que también crecen a
persona mayor,
y a su tiempo,
han de ser Madre o
Padre.
Así es y será la
Humanidad,
en tanto el tren de la
vida,
no se detenga y ande.
El autor, Juan
Antonio
Pizarro Martín,
nacido en
Madrid pero
residente en
Aranjuez desde
siempre,
disfruta de
esta población
privilegiada
por sus
jardines y sus
sotos, como lo
hará
cualquiera que
se acerque por
aquí, y no
puede evitar
hacerlo notar
en sus
escritos.
Tampoco que,
aunque en un
momento eligió
estudiar
letras, las
circunstancias
lo llevaron de
nuevo a la
ingeniería,
que asoma
también en sus
relatos.
No hay mucho
más de notable
para el
público en su
biografía,
salvo que
interese saber
que nació en
el 59 del
pasado Siglo,
bajo el signo
de Sagitario.