Pero la prueba de fuego es
verificar que el perfecto dibujo geométrico contiene alguna
imperfección, una mínima irregularidad, para
cumplir el precepto de que sólo Ala hace las cosas
perfectas, y el hombre no debe compararse con Dios, ni de intento.
(…)
Juan tiene defectos adorables.
Insiste en comportarse como un hombre, cuando su cerebro funciona como
el de una mujer.
Es un híbrido
delicado y duro a la vez.
Cuando se logra desatar sus
instintos primarios, se convierte en una máquina de guerra:
en la aventura, y en el amor…
A pesar de mi calculada
frialdad, obligatoria, para la que estoy entrenada, todo mi cuerpo, mi
ser y mi mente se abandonan al éxtasis que, en oleadas, su
primaria y rítmica embestida me provoca. Es superior a
mí; y la exaltación que sucede a los largos
orgasmos, me dura demasiado…
Me resisto a abandonar su calor
animal, su fiebre y su sudor, su piel y su pecho, el contacto directo
con su epidermis, abrazada a él en apretadísimo
lazo.
Tardo demasiado en recuperar el
control.
Ya significa demasiado para
mí.
Debo intentar mantener algo de
distancia, forzar la parada, porque si no, me veo prendada, abrazada a
él de contínuo, en la cama, fuera de ella, en el
pub, por la calle…
Me duele que sea necesaria la
manipulación, en cualquier caso. Sé que es
inofensiva, pero no sé si restaría a sus
emociones hacia mí el hecho de que desapareciera.
Al fin y al cabo, son trucos de
mujeres, vulgares, nada especial hay en eso.
Y me siento correspondida.
Sólo que no puedo
dejar de pensar en el futuro, aunque el sentido común me
dice que no lo haga.
He decidido, de todas maneras,
intentar una explicación racional, unos cuantos datos que al
menos le den una idea vaga de por dónde y con quien se
está moviendo.
Eso puede influir en su
carácter, en su forma de verme; pero hay que pensar en un
posible final trágico, al menos en el aspecto emocional.
De todas maneras, lo más probable es que piense que estoy
loca (¿lo estoy?), y que mis desvaríos colaboran
a sus desarrollos literarios: de esto si estoy convencida…
|