Sereira:
La mano de la diosa
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Sereira: La mano de la diosa / Elturiferario ©

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CAPITULO XXXVI

La clave 

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Finalmente, ante la afasia de la maciza torre, optamos por sentarnos en uno de los bancos de piedra cercanos a la fuente, a la sombra de los arces.

-La sucesión es, empezando por el I, tomado como hipotética referencia, y leído de izquierda a derecha, I, V, II, X, XII, VIII, IX, XI, IV, VII, VI, III, lo que parece, a todas luces, absurdo.
-Lo sospechaba. En absoluto es un reloj, ni de sol ni de nada. Tan sólo representa los números del 1 al 12 en sucesión desordenada.
-¿Cómo podemos estar seguros de que las posiciones no han variado a lo largo de los años?
-Los documentos a que he podido acceder parecen indicarlo. Pero en cualquier caso no tendría importancia. Sin embargo, es sospechoso que la sucesión no tenga una lógica, un orden...
-¿Y si obviamos conocer el orden?¿Y si no hay ningún orden? Una clave de, pongamos, una caja fuerte es una sucesión de números sin sentido.
-No. Se suele utilizar algún tópico, algún significado,... una fecha, un número conocido, algo que facilite su reconstrucción en caso de pérdida u olvido. O que permita no tener necesidad de apuntarlo, es decir, dejar un documento escrito.
-Una fecha tampoco es ¿O sí?
-152101289114763,... tampoco parece un número de teléfono. Además, los números de dos cifras tienen mal encaje. Para reproducir una fecha son necesarios un máximo de ocho dígitos, en general menos. Tenemos 12 ó 15 según consideremos los dígitos de dos cifras. Sobran dígitos.
-No para una cuenta de un banco en Suiza –aventuré, influido por lecturas recientes. Eugène no me hizo ningún caso.
-Un dodecágono... Es una figura compleja, que representa un distribuidor muy complejo...
-Un número de teléfono tampoco es. No creo que valga la pena marcar, para ver si contesta alguien –En realidad, lo estaba haciendo, pero el teléfono no permitió introducir todas esas cifras. Por suerte para mi tarjeta pre-pago- La verdad es que me aburren los juegos matemáticos.
-Déjalo. Se lo pasaremos al doctor y su equipo, que disfrutan con estas cosas...
-De acuerdo –dije convencido.
A decir verdad se me habían ido quitando las ganas de bromear.
(...)
 -El doctor creyó haber encontrado una pista que se ajustaba a la sucesión. Un curiosos orden; pero ha resultado incompleto:
Aún así, se podría modificar la sucesión para que se ajustara a lo deducido por el doctor, suponiendo que sí que se variaran las posiciones. Su hipótesis es: 5, 4, 10, 12, 2, 9, 8, 11, 6, 7, 3, 1, en lugar de la recogida por nosotros 5, 2, 10, 12, 8, 9, 11, 4, 6, 7, 3, 1...
-Parece igual de absurdo. ¿Por qué se inicia en cinco, en lugar de en uno?
-Espera. Las variaciones son 4 por 2, 2 por 8, 8 por 11, 11 por 4, 6 por 7, y 7 por 6, en total seis discrepancias, que no son sucesivas porque lo lógico, en caso de alteración accidental, hubiera sido 4 por 2, 2 por 4, 8 por 11 y 11 por 8, por ejemplo. A no ser que realmente se insertaran sin ningún orden...
-¿Cuál es el orden?
-Según el doctor, resultaría una broma muy curiosa, aunque las discrepancias son sospechosas: Se trata de un orden alfabético.
-¿Cómo?
-Sí. Por eso el primer número es el cinco, por la “c”, no el uno que, de hecho, pasa a la última posición,`por la “u”.
-¡Qué estupidez!
Ella no hizo ningún caso de mi comentario. Parecía ensimismada en forma enfermiza. Sin embargo, a pesar de mi manifestación yo lo encontraba más ingenioso que estúpido: Era el tipo de trampa que despistaría a un matemático; ella seguía a lo suyo...
-Pero no encaja del todo...
(...)
El texto fragmentario -con algunas suposiciones intercaladas-, que el doctor manejaba, utilizando las claves a las que llevaba la sucesión numérica adquiría, sin embargo, una sospechosa coherencia. Aunque el significado práctico del resultado, más allá de lo literario, se me escapaba.
La traducción libre del doctor tenía un aspecto igualmente oscuro, inconexo y con evidentes lapsos que él había intentado rellenar:
“La marca se revela (...) el día más corto del año.
La marca indica la corrección necesaria (...) en un único ángulo posible (...) bajo la diosa.
La puerta (aparece) al ser invocada (...) tiene efecto parcial, selectivo, discriminatorio.
Los minerales, las piedras, no se verán afectados, aunque cambien sus (propiedades atómicas), (...) en una operación alquímica. No (les afecta) en su geografía, en el espacio, (...) sí en el ángulo temporal. En su (¿spin?).
Los seres vivos se ven (afectados) en ambos sentidos. Se (produce un) desplazamiento (de tipo) cuántico, (...) velocidad superior a la de la luz, (...) desplazamiento geográfico y temporal, (...) por un cruce de convergencia.
(Tanto) en personas como en animales, (...) producen cambios en la organización cerebral, (...) lo que resulta peligroso. De estos cambios, voluntarios o no, defectuosos, proceden los “extraviados en el tiempo”, ¿X = J?, que no poseen control absoluto sobre el cambio, entran, salen, interfieren con la realidad recurrente y provocan accidentes y desapariciones. Su (espíritu) se vuelve malvado interiormente, debido al rencor por su situación, aunque a la conciencia sólo asoma la maldad, mientras que su (inconsciente) les oculta la causa.
La maquinaria (...) corregir las paradojas temporales que se producen. Aparentemente, el tiempo  “discurre”, pero cambia su ángulo de inflexión sobre la (“realidad”) en un espacio limitado, para eludir el (“efecto mariposa”).
Los desaparecidos se borran incluso del recuerdo”.
No me gustaba cómo sonaba todo eso. Como literatura, resultaba siniestro. Sinceramente, esperaba que el doctor estuviera equivocado, pero no me atreví a comentar nada...
Su interpretación, además, me parecía arriesgadamente caprichosa.
Un archivo olvidado, de los que había traído el doctor en un CD que luego se llevó, quedó sin embargo “pegado” en “mis documentos”.
Le eché un vistazo distraído cuando se marcharon; sonaba a más de lo mismo:
“Cuando se alza la mano de la diosa: A su través se genera la Puerta.
Como el arco iris, su fluctuación es la prueba del acuerdo con los dioses.
(...)
Las Claves para encontrar el camino son gracia de la diosa.
La diosa se llama...”


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Juan Antonio Pizarro Martín ©