Sereira:
La mano de la diosa
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Sereira: La mano de la diosa / Elturiferario ©

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CAPITULO XLIII

La diosa

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Sobre la pantalla del procesador de textos parpadea...

...“falta poco para el amanecer.
Antes de que asome el sol, tras la noche más corta”...

V
Un terror irracional me atenaza.
No he logrado asumir la experiencia, cuando de nuevo me veo enredado en la batalla. Las imágenes acuden a mi mente conformando escenarios pavorosos.
De pronto, todo lo que había a mi alrededor, las cosas, las personas, las casas, el mismo pueblo, todo toma un nuevo aspecto, siniestro, como si me hubieran colocado un filtro que me hiciera ver nuevos matices; como si todo hubiera cambiado.
O girara...
Mila, aquella simpática panadera, ya nunca más será la chica de pueblo cotilla que me vendía pan y leche, sino la Sabia Bruja, una Sirena heredera de milenios que intenta, desde otro mundo, incitarme a la refriega.
El pueblo, Aranjuez, no es un diseño arbitrario de antiguos arquitectos, capricho del emperador, sino la fachada exterior, remozada, de la cripta inmensa sobre la que se asienta, donde se ocultan secretos ancestrales.
Eugène no es Eugène, ni Sereira, ni Beatriz. Por momentos no acierto a entender quién o qué era Eugène. La siento tan parte de mí...
Por otro lado me pregunto si no estará acertada mi primera impresión: Eugène es víctima de algún tipo de locura esquizoide, que me ha contagiado. Desde hace unas semanas, habito en un manicomio abierto, sin muros.
Ahora, sólo ante la pantalla del ordenador, dudo de que fuera cierto lo que sentí aquella tarde; me estoy dejando enredar.
Trato de retornar a la realidad:
Ángel diría que me he enamorado ¡Qué estupidez! ¿O es tan sólo eso?
Sea como sea, me gustaría encontrar una explicación racional, porque todo esto me está cambiando por dentro, y siento rabia y ¿miedo?

V Fin.
Sobre la pantalla del procesador de textos, sobre la faz de la diosa,  parpadea...
...“falta poco para el amanecer”.
... ¡para el amanecer!
¡Ahí está la discrepancia!
¡Y yo lo tenía escrito!
Lo he tenido siempre delante de las narices.
La discrepancia surge al considerar la noche de San Juan, frontera lunar del solsticio, en lugar del amanecer, solar.
No entiendo cómo ellos no lo vieron: Yo estoy ahora seguro.
La noche ha sido atrozmente larga; la espera angustiosa e inútil. Me siento físicamente derrotado, pero el corazón suplirá mi falta de fuerzas.
Debo apresurarme, para que la salida del sol me encuentre preparado, sobre la Fuente, sobre la V.
No sé como entraré en el jardín, de noche, pero no me preocupa, porque no me importa ser visto.
No tengo tiempo más que para dejar unas notas, porque es difícil que mi persona retorne a este mundo...
La diosa me saluda, desde la pantalla. Afectuosa, su mano me da la bienvenida. Ahora sí es el momento.
Eugène se ha convertido en -o vuelve a ser- Sirena, porque en el cambio la bifurcación del tiempo la ha llevado allí. La vibración de su supercuerda ha producido el tono de una Sirena: Me da pruebas de su existencia, aunque yo no puedo verla en este mundo. Simplemente la esperaré en la playa. Ángel, mi otro yo, ha desaparecido de aquel mundo; permanecerá, preso, en éste. No estoy sólo, siento que mi hija Brigitte está conmigo: Ella es real. No acierto a ver dónde están Marta y Gema..., Mila se ha perdido, pero la buscaremos, nos buscará...
Dejo estas líneas para que conste un final que encuentro feliz.
Un final que es un principio.
Eugène me espera, sin impaciencia: La ansiedad la aporto yo, aunque su muda presencia me tranquiliza. No hay prisa, aunque yo sí la siento.
Envío el texto completo a mi hija Brigitte, para que ella tome la decisión por mí; mis preocupaciones al respecto han desaparecido.
Si el editor decide publicar como novela, al menos que se conozca la posibilidad teórica de su veracidad: Como mis conocimientos técnicos son muy limitados, no puedo, ni quiero, demostrar.
Lo que no puedo garantizar es cómo el texto va a irrumpir en la realidad que voy a abandonar, puesto que las variaciones, aunque sean tan modestas, que voy a imponer van necesariamente a modificarla: Tan sólo creo en Brigitte, y fío en su criterio. Otras personas y circunstancias habrán desaparecido o carecerán de los nexos que actualmente los unen. En el fondo, no estoy muy interesado por la forma, aunque sí por su destino como pista.
Quede, pues, en una cuestión de fe, con final agradable.
Saludos a todos los que sean capaces de entender, y feliz viaje.
SEND.


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Juan Antonio Pizarro Martín ©